miércoles, agosto 12, 2009

Día 741, miércoles

Le gustaba andar con Dominique porque parecía que junto a ella nunca había nada que hacer. Empezó a frecuentarla poco después de acabar la universidad y poco antes de conseguir el trabajo en la página web del diario. Takeshi sabía que aquel estado de gracia no iba a durar mucho tiempo, que pronto su familia dejaría de enviarle dinero y que él tendria que ponerse a trabajar para sobrevivir. Pero durante un breve lapso de tiempo, su vida se resumió en ir al departamento de Dominique, que por aquella época lucía una enorme cama de dos plazas que ocupaba casi todo el espacio destinado a la sala y al comedor. Para poder comer, uno tenía que caminar hasta otra habitación, muy pequeña, desde cuya ventana se podía apreciar los jardines y los edificios de la Residencial San Felipe. "¿Por qué no te quedas a dormir?", le solía preguntar Dominique. "Pasas tanto tiempo sentado en el piso de mi sala, ¿por qué no te metes en la cama y duermes un poco conmigo?". A Takeshi aquellas propuestas le daban entre risa y miedo, por lo que siempre optó por quedarse mejor con el culo pegado en el piso. Por esa época a Takeshi se le ocurrieron un par de historias que intentó plasmar en el papel. Las escribió una semana en la que acudió al departamento de Dominique por las mañanas (ella le había dado una llave, por lo que podía entrar y salir cuantas veces le diera la gana, y al abrir la puerta lo primero que encontraba era la imagen de Dominique envuelta en las sábanas blancas de su cama, con la luz del sol proyectándose sobre ella: una hermosa postal de verano), Takeshi preparaba el desayuno y se quedaba esperándola con la mesa servida, tomando café y escribiendo en su cuaderno de notas. Un par de horas más tarde, Dominique se levantaba y caminaba hasta la mesa guiada por el olor del pan recién tostado. Dominique siempre estaba con resaca y siempre se había acostado o peleado con alguien. Los amantes de Dominique nunca se quedaban a dormir en el departamento. Dominique siempre estaba hablando de irse a vivir a Suiza. Después de un corto viaje a Chiclayo, Takeshi perdió comunicación con Dominique. Pronto consigió el trabajo en la página web del diario y ya no había tiempo para contemplar dormir a Dominique, ni para pasar las tardes tomando vino con ella. Takeshi siempre extrañaría la quietud de sus días de desempleado, aunque a la larga comprendió que era mejor así.

lunes, agosto 03, 2009

Día 732, lunes

Ya era otro día. Lo supo por la lenta quietud que cada mañana lo invadía todo, por el hecho de que poco a poco las voces se empezaron a escuchar a lo largo y ancho de todo el campamento. El presidente Gonzalo se encontraba arremolinado en la cama, boca abajo, con la camisa y el pantalón a medio sacar. Pronto, un halo de luz se estacionó en el piso. Takeshi se dio cuenta porque el polvo que flotaba en el ambiente se hacía visible ahí donde caía la luz. Cuando el haz se estacionó a la altura de la cama, comprendió que tenía que irse. Era casi mediodía y aún no había ido a trabajar. Antes de atravesar el umbral de la puerta, pensó un segundo en su vida, en las cosas que había dejado en Lima, su niñez en las playas de Chiclayo y todos aquellos asuntos en los que ya no solía pensar. Se dijo a sí mismo que un repentino ataque de melancolía sólo podía significar una cosa. El presidente hizo un tosco sonido gutural. Takeshi se detuvo un instante antes de cerrar la puerta, para amortiguar el golpe y evitar hacer ruido. No quería que Gonzalo se despertara. No quería complicar más las cosas. Al menos no hasta que fuera absolutamente necesario.